RF NATURA - SENDERISMO Y MONTAÑA EN ANDALUCÍA

Aquí tienes nuestro cuaderno de rutas; la mayoría discurren por el ámbito de la Serranía de Ronda, que engloba a los parques naturales Sierra de Grazalema, Sierra de las Nieves, una parte de el de Los Alcornocales, más Sierra Bermeja y el Valle del Genal.

Cuenta con nuestros servicios personalizados para llevarte a conocer los más intrincados rincones de la montaña andaluza.

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QUEJIGALES - CAÑADA DE LAS ÁNIMAS - VENTISQUEROS - CAÑADA DE LA PERRA - CAÑADA DE JUAN PATO - LA GOTERUELA - CAÑADA DEL GARRATOBAL - PUERTO DE PILONES

  • DISTANCIA: 23,7 km
  • ALTURA MÍNIMA: 1287 m
  • ALTURA MÁXIMA: 1758 m
  • ASCENSO ACUMULADO: 1588 m
  • MAPAS: 1051-III y IV / 1:25.000 / IGN
  • BIBLIOGRAFÍA: Sierra de las Nieves. Guía del excursionista. 3ª ed.
  • SOLICITUD DE TRACK: sendericus@gmail.com
Ahora que escribo esta crónica escuchando November Rain de los Guns N´Roses, por mi mente se suceden , sin discontinuidad, cada uno de los momentos vividos, de las sensaciones experimentadas en ese trocito de sierra andaluza por la que siento una enigmática atracción: la Sierra de las Nieves. Así es amigos, una ruta que diría mi amigo Juani: "de coleccionistas" y que además tuve la dicha de gozarla en soledad. La montaña y yo, yo y la montaña; los pinsapos, los quejigos, las nubes y el cielo por testigo.
Comencé a caminar bien tempranito, con la niebla cubriendo cada recodo del área recreativa de Quejigales, atravesando los pinares de repoblación que jalonan al camino que se dirige al puerto de los Quejigales. De allí pongo rumbo a los Coloraillos, no antes sin apreciar la colmatada charca situada en las proximidades de la fuente del Pinar y los vetustos abetos andaluces recortados en el horizonte por nubarrones grises. En un abrir y cerrar de ojos el viento de poniente se lleva de paseo a los nimbostratos y el cielo se pinta de un azul intenso. Las acículas y ramas derraman minúsculas gotas de la recién derramada lluvia, en tanto me sorprende el melódico trinar de los pajarillos alabando el cambio de tornas. Los pinsapos brillan más que nunca; sus colores son puros y limpios; todo un abanico de matices. El amago de bonanza climática se acaba con un repentino cambio de aires; las nubes acarician otra vez al pinsapar, lo envuelven como queriendo justificar que estoy de lleno en la cañada de las Ánimas, el abetal más misterioso e inescrutable del universo.
Arriba, en la meseta de Quejigales hace un frío que te las pelas, más con esa brisa inmisericorde que penetra por casi todos los resquicios de las tres capas de cebolla que envuelven mi cuerpo. ¡Que bien!, los quejigos y pinsapos están brizados. Es éste un fenómeno nada extraño en estos altos parajes, que tapiza de hielo las ramas de los árboles, arbustos y matas: Ajenos a mis idas y venidas retratando plantas, las nubes bajas se deslizan grácilmente por las ondulaciones de la meseta, para caer, a modo de cascada, por las profundas cañadas que miran a Ronda. Poco a poco los cielos se van despejando y el día luce brillante y esplendoroso. Paso por la base del peñón de los Enamorados y al llegar a los Ventisqueros abandono la vereda al puerto del Saucillo en favor de la cañada de la Perra. A los pies de los farallones rocosos que se alargan por levante, en paralelo al sentido del descenso, descubro innumerables muros de piedra formando diminutos bancales, donde antaño, cuando la tierra era aprovechada al máximo, se sembraba el trigo y otros tipos de cereales. Por debajo de la unión de nuestra cañada con la de Juan Pato, en una amplia nava herbosa, como vestigio del quehacer del hombre, aún perduran un aprisco cuadrangular y una era redonda. Dejo momentáneamente la cañada y traspongo al sendero que baja desde la peña del Cuco al puerto de la Perra y al abismal tajo de la Caína. Aquí descubrimos otra era felizmente restaurada por la red de voluntarios medioambientales del Parque Natural Sierra de las Nieves. Estamos en el punto de inflexión de la ruta. Renuncio, con cierta pereza, a las espléndidas panorámicas del pinsapar yunquerano y a la estampa del pueblo que le da nombre, custodiado por las gemelas Cabrilla y Prieta. 
Subo por el sendero de uso público que por la cañada de las Boas se encamina al peñón de Enamorados, aunque muy pronto tuerzo a la derecha en busca de la ya mencionada cañada de la Perra. Atrás quedarán el llano del aprisco y la era, y metros más arriba resuelvo girar al sur para emprender una entretenida ascensión por la recóndita cañada de Juan Pato, cubierta de hermosos quejigos y desafiantes pinsapos, tan altos, que parecen tocar el cielo. El pinsapar tiene en este paraje una regeneración que invita a la esperanza, proliferando numerosos gachapones al amparo de los ejemplares maduros. Y sin darme cuenta, embelesado por tanta belleza, arriba del todo me hallo, en el enjuto puerto de las Boas. Hoy voy de cabra y rehuyo a las sabias veredas. Enfilo hacia el tajo de la Goteruela y lo rodeo por su cara sur. Al fondo se yergue el altivo peñón de Enamorados y al otro lado del barranco lo hace la loma de la Acelimilla, con una característica dentellada. Justo bajo la cortadura de esta loma serpentea una vereda, la cual tomaré, apuntando a la cañada de Froncaire y a la espeluznante colailla del Tejo. Tras un fugaz paso por la cañada de las Grajas me derivo a la trocha en cuestión y justo cuando me se atraviesa la cañada del Garratobal, tomo la bifurcación que trepa por su deforestada ladera oriental. En la cabecera la cosa cambia en función de la menor pendiente, circunstancia que permite la presencia de heléboros, adelfillas, agracejos, sabinas, enebros y un próspero rodal de pinsapos. ¡Pero que rico y sabroso me resulta el bocata de chorizo, degustado con fruición y ansia, sentado en una laja, rodeado de cortados, barrancos y pinsapos!
Retorno al camino. A medida que resuelvo las ultimas dificultades de la cabecera de la cañada, se deja entrever una preciosa nava verdosa, salpicada aquí y allá de quejigos, pinsapos y hasta algunos tejos protegidos por cercados. Frente a mi surge como reina de la Sierra de las Nieves: el Torrecilla, o la Torrecilla, que de las dos maneras la denominan. Por toda su ladera, desde el Picacho de Fatalandar hasta la propia cima, se esparcen como lunares o pequeñas manchas, las sabinas y enebros rastreros, los pinsapos de la cañada de Froncaire y los fantasmagóricos quejigos de alta montaña. Allende, por el este, vislumbro Málaga y la costa mediterránea.
El día avanza y el sol parece tener prisa en marcharse. Pronto accedo al sendero de uso público que de Quejigales sube al techo de Andalucía occidental. Lo tomo en dirección al puerto de Pilones. Antes de llegar a tan emblemático enclave, las costas y montañas africanas, aderezadas por una sinfonía de nubes, unidas a la superposición de cordilleras de distintas tonalidades grises, me hacen estremecer por lo insignificante que me siento frente a tan soberbio espectáculo de la Naturaleza. Pero tanta belleza es efímera, o quizás mejor decir: cambiante. No queda más remedio que encarar el frenético descenso por la sin par cañada del Cuerno. Los últimos rayos de sol centellean en los centenarios pinsapos rondeños. Abajo ya vislumbro la casa de Quejigales. Me voy para casa reventao de caminar, reventao de disfrutar. Hoy he sido muy feliz.


Narcissus bugei, endemismo andaluz presente en el Parque Natural Sierra de las Nieves

Nubes, pinsapos y cielo

Vulgarmente le conocen como narciso trompón

Las peladas cumbres de Sierra Hidalga

Jóvenes y viejos pinsapos

La enigmática cañada de las Ánimas

Pinsapo brizado

¡Que frío!


Quejigo brizado




El peñón de Enamorados

Quejigal de Tolox

El peñón desde otra perspectiva

Bancales protegidos con muros de piedra en la cañada de la Perra

La nava con el aprisco y la era de la cañada de la Perra. Al fondo, a la izquierda, la cañada de Juan Pato

Uno de los pinsapares yunqueranos

Yunquera a los pies de Sierra Cabrilla

A la izquierda la cañada de las Boas, a la derecha la de la Perra

Regeneración del pinsapar en la cañada de la Perra

A esta nava la llama Luis Gilpérez, autor de la legendaria guía excursionista de la Sierra de las Nieves, como Cancha de los Quejigos. Su lugar preferido cuando aún estas montañas no estaban protegidas como Parque Natural y se podía hacer acampada libre

Impresionante ejemplar de pinsapo en la cañada de Juan Pato

En la cañada de Juan Pato el pinsapar recupera esplendores perdidos

Panorámica desde el puerto de las Boas

Los tajos de Añicle

Enamorados desde el tajo de la Goteruela

El sendero que rodea la loma de la Acelimilla. A la izquierda el tajo de la Goteruela

La Acelimilla con su característica dentellada y al fondo la Goteruela y el puerto del Chaparral

Pinsapar en la cañada del Garratobal

Vislumbramos el Torrecilla (1919 m)

Al fondo la Acelimilla y a su derecha las cortaduras traseras de la Cueva del Oso

El Torrecilla y el pinsapar que se expande por la cara norte del cerro del Pilar

El Picacho de Fatalandar y en el horizonte la ciudad de Málaga

En la meseta de Quejigales, camino del puerto de Pilones

Manchas de sabina rastrera

Cabecera de la cañada de las Carnicerías

A fondo Sierra Blanca con las cumbres de Cruz de Juanar, Lastonar y La Concha

La cañada del Cuerno

Otro trompón

La parte baja de la cañada del Cuerno desde el área recreativa de Quejigales

NOS VEMOS EN LAS MONTAÑAS

4 comentarios:

Alberto Nature dijo...

Rafa, el gps de las montañas, no veas tio, se nota que escribes libros!! jaja espero que vaya bien, un abrazo

andres dijo...

Rafa, yo también me he dado cuenta que no se vivir sin esos momentos (Confieso que estoy locamente enamorado de estas sierras). Ahora que estoy a dieta de esos pateos, durante un tiempo,cronicas como la tuya me hacen un poco mas llevadero esta ausencia serrana.Un saludo y que sigamos disfrutando muchos años de este gran privilegio que nos toca vivir.

Rondeño con vocación de serrano dijo...

Muchas gracias Alberto. Gracias a ti también Andrés. Reconforta saber otros tienen los mismos sentimientos hacia esta tierra nuestra.

Antonio Giráldez dijo...

Rafa, esta, al igual que otras tantas lo has "bordado". Que bonito!